Desde el sol naciente hasta la ciudad condal.

OPEN ATELIER & LIVE PAINTING

DEL 17 AL 20 DE SEPTIEMBRE DE 2025

KIICHIRO OGAWA

Nacido en Osaka, Japón, en 1970, Kiichiro Ogawa mostró desde muy pequeña una inclinación artística poco común. A los seis años comenzó a intervenir en chaquetas vaqueras con lejía, y poco después descubrió la pintura como medio de expresión. Mientras otros niños dibujaban sobre papel, él ya exploraba nuevos soportes: ropa, bolsos, muebles e incluso los propios dibujos de los demás. Aquellos primeros gestos anunciaban la dirección que marcaría su vida: el arte y el diseño.

En 2018, durante la Design Miami Week, su bolso único “PEEK-A-BOO” alcanzó un gran éxito internacional. La maison FENDI presentó a Kiichiro como uno de los cinco artistas invitados para una colaboración exclusiva.

En 2020, obtuvo en Francia el visado “Passeport Talent” y se instaló en París, donde mantiene su base principal. Desde allí, desarrolla su actividad artística en diversos países europeos —entre ellos Alemania, Italia, Bélgica y Países Bajos— consolidando una trayectoria internacional en expansión.

Lejos de crear con un objetivo rígido, Kiichiro concibe el arte como una interacción viva con los fenómenos que lo rodean. Su misión es transmitir que sumergirse en el universo artístico da sentido a la existencia y ofrece una alegría auténtica. Es también autor del libro "El arte del confinamiento".

Su proyecto GURUGURU se inspira en el concepto japonés de movimiento continuo, materializado en capas en espiral que caracterizan su estilo abstracto. Desde la infancia, Ogawa dibuja ojos; con el tiempo, estas formas evolucionaron hacia un lenguaje cada vez más abstracto, hasta transformarse en el universo visual de GURUGURU.

Los ojos miran al espectador, pero al mismo tiempo parecen observarnos a nosotros. En ese bucle silencioso, Ogawa desea que sus obras acompañen y velen suavemente por la vida de quien las contempla.

GURUGURU también refleja su filosofía esencial: “pintar en el aire”, es decir, crear sin tocar, sin intención prefijada. La obra emerge de manera orgánica, invitando a cada persona a interpretarla libremente.

Cómo explica el propio artista:

Cada encuentro con su obra es una experiencia íntima y personal, donde la pintura se convierte en una danza etérea e inconsciente. Los gestos superpuestos de Ogawa, a menudo acompañados por música, generan un flujo hipnótico que sumerge al público en el fenómeno que él denomina GURUGURU.

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Arte en vivo, emoción sin límites.